La conexión con los carteles, y con Cuba


¡Hágale, hermano!
Secuestro, narcotráfico y otras alegres audacias del M-19

Evidencia de distinto tipo tiende a corroborar la impresión de que el M-19 pudo intensificar la confrontación armada y, simultáneamente, mantenerse al margen del secuestro gracias sus acuerdos con los traficantes de droga.

En primer lugar, aunque no abundan los testimonios sobre las relaciones del M-19 con la coca en el Caquetá, se puede destacar el testimonio del Mono, un negociante de pasta en la frontera con Ecuador que “se había enrolado en la guerrilla desde que el M-19 llegó a la zona”, y quien anotaba que “entre los campesinos y estos señores hay un pacto que funciona bien. Ellos cultivan la hoja de coca y el M-19 protege los lugares, pero son pequeños empresarios que no tienen nada qué ver con los duros de Medellín”  [1].

A pesar de tratarse del grupo subversivo colombiano que menos encaja dentro del ideal castrista, o guevarista, del foco guerrillero, es claro que, para mediados de los años ochenta, el M-19 era el grupo con contactos más activos con el núcleo responsable, dentro de la inteligencia cubana, de hacer alianzas para fomentar las actividades subversivas en América Latina, que se supo posteriormente, incluían negocios de droga. En las memorias citadas del “arrepentido” cubano Jorge Masetti, no se menciona ni una sola vez al cura Pérez, comandante del ELN, ni a ninguno de los miembros de la cúpula de las FARC. Por el contrario, las referencias a Carlos Pizarro, a Antonio Navarro, o a Gerardo Cobo, alias Pedro Pacho, del M-19 son corrientes.

El incidente del transporte de armas en el buque Karina, de propiedad de Jaime Guillot, así como el extraño asilo brindado después al mismo por el gobierno cubano sugieren una sólida y temprana colaboración entre los narcos, el M-19 y Cuba para el trueque de armas por droga. A cambio de protección cubana para sus cargamentos de droga, Jaime Guillot le entregaba armas al M-19. Con el incidente del Karina se supo que un mes antes, en el barco Zar de Honduras, Guillot había entregado siete toneladas de armas para el M-19 que a su vez había cargado ocho mil libras de marihuana en el Zar [2]. De acuerdo con OGP (1996) este incidente marcó un quiebre en el tráfico de armas hacia Colombia, alejándolo de las tradicionales rutas del contrabando por barco para empezar a utilizar las vías aéreas de regreso de la cocaína. 

El testimonio sobre el vínculo del M-19 con quienes hacían trabajos sucios en los servicios de inteligencia cubanos no es el único que involucra a esta organización guerrillera. En las memorias de un inspector investigador de la Federal Aviation Administration,  persona con amplio conocimiento de las misiones encubiertas de otras agencias, esta vez estadounidenses, que también participaron en arreglos turbios con droga, son también frecuentes las alusiones al M-19 grupo que, según agentes de la CIA y la DEA, participó en varias operaciones con estas agencias. Las memorias en cuestión son las de Rodney Stich. De acuerdo con el testimonio de Trenton H. Parker, un agente involucrado en operaciones con drogas en el caribe, la CIA habría jugado un papel tanto en el secuestro de la hermana de los Ochoa, por el cual el M-19 habría recibido tres millones de dólares (dos en armas y uno en efectivo), como en el acuerdo de paz posterior, en Panamá, entre este grupo y el cartel de Medellín.  Basil Abbott, un piloto que trabajó para la DEA relata a su vez que sus colegas llevaban vuelos con armas para el M-19. Según una carta de Michael Maholy, un oficial de enlace de la embajada de los EEUU en Panamá que trabajó para el Departamento de Estado y la CIA, “el grupo M-19 participó en varias operaciones encubiertas” [3]

Las referencias del M-19 a sus relaciones con la droga se han caracterizado, primordialmente, por la ambigüedad. Lo que Otty Patiño califica como “el comunicado más claro del M-19 sobre el narcotráfico” publicado en El Tiempo en Septiembre de 1989 es una buena muestra de lo confuso que fue oficialmente el grupo sobre el tema de su participación en este comercio: “el M-19 cree necesario que se acabe el narcotráfico por los daños para la salud y la dignidad del hombre, por sus secuelas de violencia y corrupción y por las distorsiones económicas que genera.  Planteamos soluciones integrales y autónomas. Hemos consultado a congresistas, hombres de negocios y a los propios narcotraficantes para arrojar una propuesta de solución que el país debe conocer y debatir” [4]. En su estilo, Bateman fue siempre evasivo con el tema. “Hablan de la coca .. que no se qué … que el M-19, que Jaime Guillot … que traía, que llevaba … ¿Usted cree que Fidel Castro va a meter su revolución, si se quiere moralista, al tráfico de cocaína? Guillot fue amigo mío, como lo es mucha gente. Estudiamos juntos. Yo no sé si Jaime Guillot es de la mafia. No podría decir eso. Yo lo único que digo es que nosotros les compramos las armas a unos comerciantes de aquí, a unos colombianos”  [5]. Lo que sí queda claro es el afán por eludir responsabilidades. “La producción expansiva de la coca en Latinoamérica se da porque hay una demanda en los Estados Unidos … Entonces los que tienen que controlar son ellos el consumo .. Por otro lado nosotros no tenemos por qué ser gendarmes de los gringos para esa mierda … La gente prefiere sembrar coca y marihuana “  [6].

Esporádicamente ha habido aceptaciones veladas de tales vínculos. Por ejemplo, luego de acusar al ejército colombiano de narcotráfico (“El ejército es un favorecedor de la exportación de drogas …Siempre los mafiosos colombianos han apoyado al ejército colombiano” [7])  y ante la pregunta de cómo se iban a financiar sin secuestros, Jaime Bateman señala jocosamente en otra  entrevista que “seguiremos pobres aunque tenemos buenos amigos para financiarnos, como también los tiene el Ejército” [8].

A pesar de lo anterior, es pertinente mirar detenidamente estas relaciones para entender por qué este grupo pudo aislarse del secuestro a gran escala precisamente cuando necesitaba mayores recursos para la guerra.

Después de varias discusiones -en particular la realizada entre el 84 y el 85 en Los Robles después de la firma de los acuerdos de Corinto [9]-  sobre la conveniencia de los vínculos con el narcotráfico no se logró dentro del M-19 un consenso. Se adoptó la posición pragmática de “mantener una distancia prudente” sin impedir que algunos miembros apoyaran públicamente a los narcos o que se llegara a cordiales, y aceptadas, relaciones con los grandes capos  y, en particular, con Pablo Escobar . “La discusión sobre el problema del narcotráfico se ve zanjada claramente cuando Iván Marino Ospina comienza a coquetearle a Carlos Lehder” [10]. “El primer integrante del M-19 que entabla una relación con Pablo Escobar es Iván Marino Ospina .. Tenía el estilo necesario para relacionarse y hacerse respetar en el mundo del bandidaje .. Yo, en cambio (Alvaro Jiménez en referencia a Pizarro que según él nunca conoció a Escobar) si conocí a Pablo Escobar, como casi todos los miembros de la dirección del M-19 en Antioquia” [11] .

Fuera de las relaciones reconocidas con Jaime Guillot, Pablo Escobar, Fernando Galeano, Carlos Lehder, y las Autodefensas del Magdalena Medio se pueden sospechar  algunas alianzas con el cartel de Cali. De acuerdo con la querella puesta ante la justicia francesa por Ileana de la Guardia contra Fidel Castro por tráfico de drogas, Carlos Alonso Lucio, ex miembro del M-19, refugiado en Cuba desde 1998 y prófugo de la justicia colombiana por sus  vínculos con el cartel de Cali dentro del “escándalo narcopolítico” de la administración Samper, ya había estado durante los años 80 negociando con las autoridades cubanas el aterrizaje de un avión cargado de cocaína  [12]. Strong (2001, p. 134) también hace referencia a las declaraciones de los oficiales cubanos Arnaldo Ochoa y Antonio de la Guardia, ejecutados en 1989 bajo cargos de narcotráfico, mencionando reuniones con Lucio. Por otro lado, la opinión de una persona íntimamente relacionada tanto con Escobar como con Gilberto Rodríguez Orejuela, es que el primero hubiera podido “diseñar una fórmula conjunta de paz con el M-19, que son gente inteligente y amiga de ustedes dos” [13]. La posibilidad para Escobar de hacer bloque con los de Cali, y el Eme se basaba en que “Gilberto, además de amigo de Iván Marino Ospina, ha sido muy cercano durante toda su vida a la familia del comandante Antonio Navarro” [14].

En sus memorias, Vera Grabe, no niega la relación con los narcos de Medellín, pero la presenta como la más pura e idealista muestra de empatía política, basada en la solidaridad de clase, tan generosa, altruista y desinteresada que prácticamente eleva a los negociadores más curtidos de la historia reciente del país a la categoría de mecenas, o instituciones de caridad. “Medellín era la ciudad de Pablo Escobar y de los traquetos .. No era una relación de negocio, y en el Eme hubo una clara determinación de no meterse en el negocio: negocio prohibido –relaciones políticas, si, pensadas en función de hallarle una solución al tema del narcotráfico. Era una relación de respeto en la que influía el origen social, el hecho de que la mayoría de los narcos eran de origen humilde y popular, hijos de un país sensible e indolente. Los mágicos (mafiosos) nos ayudaban y nos cuidaban. Era más bien una relación de ellos hacia nosotros: nos ayudaban pero jamás pedían un favor a cambio … Nos prestaban sus casas y fincas, espacios cómodos, con billar, piscina, jardines, televisores y salones gigantes, dónde hacíamos las reuniones de la dirigencia M-19-EPL en Antioquia. Nos ayudaron a trasladar y curar a compañeros heridos que venían del Valle” [15].

Menos ingenuo, tal vez menos cínico, Alvaro Jiménez, otro dirigente del M-19, habla, sin precisar el alcance de los términos, de unas relaciones “funcionales y utilitarias” con los narcos. “Las relaciones que habíamos tenido con ellos (los narcos) incluso en la época de Iván Marino, eran funcionales, utilitarias. Bateman quería darle a esas relaciones un carácter político, pero murió antes de que pudiera hacerlo” [16]. Ofrece además algunos detalles que muestran que efectivamente fueron estrechas. Al respecto vale la pena mencionar el incidente del secuestro del padre de Luis Fernando Galeano, un narcotraficante socio de Pablo Escobar, que ya cautivo de un frente de las FARC en Antioquia y gracias a los buenos oficios de Carlos Pizarro ante Jacobo Arenas, del Secretariado de las FARC, fue liberado a pesar de lo valioso que resultaba como rehén, tanto económica como políticamente. De acuerdo con el testimonio de Alvaro Jiménez, Arenas habría dicho “sí, los muchachos nuestros lo tienen, pero dicen que no lo sueltan ni por el carajo, que harto trabajo les costó cogerlo. Y que además esa gente tiene mucha plata y anda enredada con el Ejército persiguiendo a la gente de izquierda … El jefe del frente de las FARC que lo tenía pospuso la entrega lo más que pudo: era su forma de expresarle a Jacobo su disgusto por la orden que le había dado … Este suceso determinó que el M-19 pudiera entablar una muy buena relación con el Negro Galeano .. y esa relación, a su vez, permitió que pudiéramos abrir un espacio de relaciones políticas con el mundo de los narcos y las autodefensas”  [17].

Esta relaciones con la élite de los carteles también eran de largo alcance puesto que quien las manejaba dentro del M-19 , “también desde una perspectiva utilitaria” era Gerardo Quevedo, alias Pedro Pacho, jefe de logística internacional, y uno de los hombres cercanos a los servicios de inteligencia cubanos  [18].

No deja de causar sorpresa que cuando algunos analistas serios del conflicto colombiano reconocen estas alianzas las mencionen como de pasada y, para no contaminar la idílica imagen del Eme, hagan eco a la noción de que se trataba de algo pragmático. Por ejemplo, luego de afirmar que “los dos movimientos guerrilleros asociados al auge de la cocaína (en el Caquetá), el M-19 y las FARC, asumieron una postura pragmática al respecto”  Pearce (1992, p. 161) se ocupa tan sólo de analizar lo relativo a las FARC. Más adelante establece una tajante diferencia con otras relaciones, aparentemente más condenables. “Se considera que las FARC y el M-19 se han beneficiado de la producción de coca, pero su relación pragmática con las drogas difícilmente puede ser comparada con la alianza ideológica de terratenientes, militares y barones de la cocaína”  [19].

En una serie de entrevistas de Germán Castro Caycedo a Pablo Escobar este último hace referencia explícita a sus relaciones con los del M-19, surgidas a raíz del secuestro de Martha Nieves Ochoa, la constitución del MAS y el acuerdo de paz entre ambos. En una de tales entrevistas, Escobar después de preguntar a Castro Caicedo “¿Sabe quién durmió hace unos años en la cama que durmió usted ahora?” le señala que “Iván Marino Ospina … Cuando era comandante general del M-19 … Es que en esta casa se hizo la paz con el M-19 después de la guerra que tuvimos con ellos … Como señal de buena voluntad, Iván Marino Ospina me regaló una subametralladora soviética muy buena” [20].

Esta amistad le fue útil a Escobar para establecer contactos en Nicaragua y Cuba. Al deteriorarse las relaciones con Noriega en Panamá, relata Escobar, “empezó la desbandada. Unos se fueron para Brasil, otros para México, otros para España y yo para Nicaragua donde ya tenía conexiones con el gobierno, gracias a la ayuda de algunos jefes del M-19 que conocí cuando hicimos la paz con ellos, ¿recuerda? … Con lo de la bronca de Noriega y la ayuda del Eme, dije, vamos a probar (recuperar las pistas en Nicaragua). Le cuento que al poco tiempo de llegar allá, yo andaba recorriendo zonas de Nicaragua en un helicóptero ruso, acompañado por Alvaro Fayad y por un delegado del Presidente de la República. ¿Sabe qué hacíamos? Escoger el sitio para instalar una cocina, que, entre otras cosas, nunca se pudo montar”  [21].

Sobre este acuerdo de paz coincide la versión de Roberto, el hermano de Pablo Escobar, quien señala que el pacto se selló de manera muy simbólica y la relación se tornó particularmente estrecha. “Iván Marino Ospina se hospedó en uno de los escondites secretos que Pablo tenía en Medellín, y se volvieron buenos amigos. La confianza llegó a tal punto, que le reveló uno de los secretos mejor guardados de la historia reciente nacional: el lugar donde tenían escondida la espada del libertador”. De acuerdo con el mismo Roberto Escobar, Iván Marino Ospina le habría entregado al capo la espada. “Es una muestra de que la palabra de nosotros también vale, al igual que la suya. Es un sello de nuestro pacto de paz” habría dicho el dirigente del M-19 [22]. Esta versión concuerda con recientes declaraciones del hijo de Escobar quien “cuenta que siendo muy niño jugaba a partir cocos con la espada de Simón Bolívar que se robó el M-19” [23].

Un ex-diplomático cubano señala que en el giro de 180 grados en las relaciones entre los capos de la droga y el Eme, habría jugado un papel crítico el régimen castrista. “En esa época, Cuba mantenía relaciones diplomáticas con Colombia; su embajador en ese país, Ravelo, logró un acuerdo entre el M-19, el Cartel de Medellín y otros grupos guerrilleros con el fin de que las facciones se apoyasen mutuamente” [24].

Germán Castro también relata que, al morir Jaime Bateman, tenía concertada una cita con el gran capo, precisamente para ratificar la paz entre el M-19 y el MAS. De acuerdo con Castillo (1991) la consecuencia del secuestro de Martha Nieves Ochoa fue una verdadera guerra entre el M-19 y los narcos de Medellín. Uno de los golpes propinados por los primeros habría sido la delación ante las autoridades de un importante cargamento de cocaína enviado por los segundos e incautado en el aeropuerto de Miami el 28 de Marzo de 1982. Esta venganza por parte del M-19 muestra entre otras que el grupo ya por ese entonces estaba bien conectado en el mundo de la droga.  El periodista contrasta la versión de Escobar con la de un dirigente del M-19 y encuentra que coinciden. El dirigente en cuestión era conocido con el alias de José, había secuestrado a Castro Caycedo en el año 80 para llevarlo a una entrevista con Bateman y fue reconocido años más tarde por el periodista en los salones de la Asamblea Nacional Constituyente, en donde le relató cómo él mismo organizó el encuentro Escobar-Bateman en Panamá, cómo este se frustró por el accidente y cómo el capo ofreció su flotilla de aviones para buscar la avioneta en la que murió el líder del M-19 [25]. Además del hecho que el propietario de la avioneta habría sido Escobar se ha hablado de una importante suma de dinero en efectivo que llevaba Bateman en el momento del accidente y que nunca apareció. Al respecto hay varias versiones. De acuerdo con la más cercana al capo, éste supo del accidente, del lugar, y de la desaparición del dinero muy poco tiempo después de haber ocurrido [26]. Para el cubano Juan Benemelis, éste fue el incidente que deterioró las relaciones del cartel de Medellín con el hombre fuerte de Panamá. “Para Noriega, la crisis con el Cartel había comenzado desde finales de 1983, cuando una avioneta en la que viajaba Batemán (sic), jefe del M-19 desapareció en el trayecto entre Colombia y Panamá con $10 millones de dólares” [27]. Según otra versión, más cercana al Eme, lo de ese dinero habría sido un falso rumor, propalado por ellos mismos, para incentivar la búsqueda de los restos [28].

Vale la pena señalar que el vínculo del régimen cubano, y del M-19, con traficantes colombianos era anterior a la alianza con Pablo Escobar. De acuerdo con un ex-diplomático cubano, estas alianzas se habrían iniciado en las épocas de la marimba, y con contrabandistas de la costa caribe colombiana, uno de ellos, Guillot-Lara, amigo de Bateman. “Tradicionalmente los barcos usados en el narcotráfico colombiano tenían que atravesar el Paso de los Vientos, entre Cuba y Haití, lo que muchas veces les situaba en aguas territoriales cubanas, donde eran interceptados. Las pérdidas de los narcotraficantes se incrementaron con alarma. Según el testimonio dado en 1982 por el narcotraficante de Miami Juan Lozano (alias Johnny Crump) es alrededor de 1975 que algunos de los más importantes narcotraficantes colombianos se entrevistaron en Bogotá con el embajador cubano Fernando Ravelo Renedo para negociar la devolución de los barcos y las tripulaciones. El embajador cubano contestó con una contraoferta de La Habana: a cambio de $800,000 por cada barco, Cuba estaba preparada no sólo para ignorar la actividad de los buques madres que se detectasen en sus aguas, sino que podía proveerles de servicios de reparación y gasolina en sus puertos, así como identificación y escolta cubana hasta las proximidades de los cayos de la Florida. Así, los poderosos colombianos Alfonso Cotes y Alfonso García comenzaron sus negocios de tráfico a través de Cuba. Los agentes de inteligencia cubanos se pusieron en contacto con algunos potentados de la droga en Miami, como por ejemplo Johnny Crump y el conocido narcotraficante Jaime Guillot-Lara que con posterioridad sería empleado de los servicios secretos cubanos y se casaría con una hija de Raúl Castro … (y) será el contacto entre Cuba y el movimiento M-19” [29].

Tanto con Escobar como, previamente con Guillot-Lara, la esencia del trato entre Cuba y los traficantes colombianos era facilitar el envío de droga hacia los EEUU a cambio de apoyo y armas para la guerrilla en Colombia, en particular para el M-19. “La guerrilla necesitaba armas y dinero, mientras que el narcotráfico, siempre abundante en dinero, necesitaba protección armada y sobre todo acceso a las redes de organización clandestina de la guerrilla y su experiencia conspirativa. Además, una parte importante de todo el tráfico de drogas cayó en manos de exilados cubanos, sobre los cuales La Habana tenía abundante información para el chantaje … El 15 de noviembre de 1982, los colombianos Guillot-Lara y Johnny Crump, y los cubanos Lázaro Visuña, Mario Estévez y David L. Pérez, brindaron a un tribunal en Miami amplias pruebas de las actividades de narcotráfico por parte de Cuba desde el año 1975; tráfico que tenía como uno de sus objetivos el envió de armas a la guerrilla colombiana del M-19. Por la protección de este tránsito, Guillot-Lara pagaba $20 000 por cada tonelada de mariguana a bordo. A su vez el compromiso incluía el transporte de armas a las guerrillas del M-19 en Colombia … (Pablo Escobar) llegó a un arreglo con Castro, mediante el cual el Cartel recibía bases para sus operaciones a cambio del suministro de amplios fondos a las guerrillas del M-19 colombiano. Además, el gobierno cubano suministrará al Cartel de Medellín equipos y material químico como acetona y éter etílico, que adquiere en Hamburgo, Alemania. Estas sustancias son ingredientes básicos para producir el clorhidrato de cocaína. Bajo la protección de la marina cubana, Escobar estableció sus cuarteles generales en Paredón Grande, en la costa norte de Cuba … Los sandinistas también se beneficiaron del arreglo entre Cuba y el Cartel. En sus viajes a Managua, Escobar utilizaba aviones de la fuerza aérea cubana” [30].

A nivel  anecdótico, pero ilustrativo de la esencia de este ecléctico grupo, se puede mencionar el testimonio de un antiguo miembro del M-19 que, a principios de los años ochenta, es enviado a Nueva York para arriesgados operativos de robos a los distribuidores callejeros de cocaína. “El objetivo de ese viaje era buscar una alternativa importante de apoyo financiero para el M-19 en el exterior … Se trataba de ir a estados Unidos y a través de una serie de relaciones intentar desarrollar un aparato de inteligencia en Nueva York que pudiese, eventualmente, localizar algunas caletas para llegar a ellas haciéndonos pasar por miembros de la DEA o de la policía. Extraer el contenido de esas caletas –droga, básicamente- e intentar redistribuir esa misma droga en el extranjero y en Estados Unidos si era el caso”. El mismo testimonio hace explícito que estas audaces incursiones en el mundo de la droga tuvieron que ver con el dilema político que representaba la práctica del secuestro. “Creo que es aquí (al planear el viaje, en 1985) cuando se presenta una discusión interesante al interior del M-19 acerca de los  secuestros en Colombia: ¿eran los secuestros de personas destacadas recibidos con bastante recelo por la población general? ¿Cómo hacer para financiar las actividades sin diezmar la imagen política del M-19?”   [31].

Varias cosas quedan claras de este relato. Uno, se trataba, de lejos, de la guerrilla más entrenada y dispuestas a las acciones audaces. Dos, los simpatizantes del M-19 en el exterior tenían entonces la capacidad de distribución al por menor en el mercado de la cocaína en los EEUU. Tres, el caso tiende a corroborar la hipótesis de que este grupo pudo marginarse de la industria del secuestro gracias a sus incursiones en el mundo de la droga [32]. Cuatro, un aspecto recurrente en los testimonios sobre participación del M-19 en narcotráfico, estos arreglos no eran de conocimiento de toda la organización, y este misterio, al igual que el que se empezaba a guardar alrededor del secuestro, respondía a consideraciones políticas. “Esto se hacía sin consentimiento de todos los mandos del M-19. El único que sabía de nuestras actividades era Luis otero. Porque no había consenso en el M-19 alrededor de este tipo de actividades. Nosotros nos vamos a Nueva York, asumiendo ese riesgo como estructura, el M-19 no nos respaldaba. Si nos llega a suceder algo, es como en Misión imposible: nadie sabe nada de nadie” [33].

El escenario del grupo guerrillero colombiano con capacidad de distribución de droga en los EEUU lo corrobora la historia del desmantelamiento, en 1985, en la Florida, de “una red de contrabando de cocaína en Estados Unidos conectada al M-19 colombiano”. Además, documentos incautados en este incidente, apuntan a la conexión con Cuba para el tráfico de drogas. “En la requisa efectuada en un almacén de la barriada de Pembroke Park, en el Condado de Broward, se encontrará una lista de sesenta y dos páginas con unas 1,000 frecuencias radiales usadas por diversas entidades de Estados Unidos, que incluían los escuadrones caza de la Fuerza Aérea, el Servicio Secreto, los sitios de pruebas de cohetes experimentales del gobierno, el avión del presidente Reagan -Air Force One- y su limusina, así como los canales del Departamento de Justicia reservados para la protección del presidente ...  El hallazgo era muy inquietante: el hecho de que grabaciones tan delicadas pudieran estar en manos de delincuentes sólo podía explicarse involucrando a Cuba, único país en este hemisferio capaz de propiciar tales informaciones a la guerrilla del M-19 y a los narcotraficantes”  [34].

sigue

[1] Duzán (1993) p. 21
[2] Steinitz (2002).
[3] Stich (1999) p. 43. Traducción propia. 
[4] COPP (2002) pp. 28 y 43.
[5] Declaraciones de Jaime Bateman en Villamizar (1995) p. 302
[6] Entrevista a Jaime Bateman en Jimeno (1994) pp. 397 y 398. 
[7] Jimeno (1994) pp. 397 y 400)
[8] Villamizar (1995) p. 409
[9]  Hernández (1997) p. 598
[10] Hernández (1997) p. 599.
[11]  COPP (2002) pp. 18 y 19.
[12] Ver “La femme qui veut faire tomber Castro” . Le Monde, 29 de Junio de 1999.
[13] Vallejo (2007) p. 324
[14] Ibid. P. 312
[15] Grabe (2000) p. 247. Subrayados propios
[16] COPP (2002) p. 24
[17] COPP (2002) pp. 22, 24 y 32. Énfasis propio
[18] Masetti (1999)
[19] Pearce (1992) p. 237
[20]  Castro (1996) pp. 264 y 265
[21] Castro (1996) pp. 309 y 310.
[22] Escobar (2000) p. 60
[23] EL Espectador, Octubre 6 de 2007
[24] Benemelis (2002)
[25] Castro (1996) pp. 330 a 337.
[26] Vallejo (2007) p. 107
[27] Benemelis (2002)
[28] Restrepo (2005) p. 53
[29] Benemelis (2002)
[30] Benemelis (2002)
[31]  Hernández (1997) p. 600
[32] Hernández (1997) p. 600
[33] Hernández (1997) p. 600.
[34] Benemelis (2002)